Foto: Plaza Alta (Algeciras)
S A N B A R T O L O M E 6 3. G E N T E

domingo, 24 de agosto de 2008

Entrevista a Pedro Castillo. Luiyi

San Bartolomé.- Mira Pedro, me he propuesto hacer una entrevista a todos los que pueda de los que estuvimos allí. Una entrevista coleccionable… pues nada, para contar las cuatro cosas de allí, los recuerdos, y después qué ha sido de su vida. Los nietos…
Ana, señora de Pedro.- El recuerdo que tiene él de allí es muy bueno, siempre lo dice
Pedro.- Hombre allí estábamos muy bien, muchas penurias pero el ambiente era muy agradable. Yo todavía tengo la publicidad del día del seminario que siempre me quedaba con alguna y por detrás tengo mis anotaciones…
S.B.- ¿Todavía lo conservas? Porque hemos quedado en el blog que llevaremos recuerdos de allí en la próxima quedada.
P.- Sí por allí tiene que estar. Yo conservo libros todavía. Y fotografías… Tengo una bañándonos en Santi Petri que éramos unos renacuajos allí… Y tengo una con la sotana puesta…
SB.- Con el negro, como decía Juan Luis Fuentes Labrador cuando veía una chavala por la calle: “tengo el negro puesto…”
P.- Yo tengo hasta el librito aquel con las canciones para cuando íbamos de excursión… la canción aquella de Chutenlai, chuenlay.
¿Tú te acuerdas la excursión aquella que hicimos a San Fernando, andando desde Algeciras? Íbamos Paco Melero tú y yo. Pasamos la tarde en Zahara y nos tiramos toda la tarde tumbado en una roca al sol y pasamos la noche durmiendo boca abajo con la espalda al rojo vivo. Hicimos noche en Fascinas y antes de llegar a La Barca, en una venta solitaria que hay a mano izquierda no sentamos debajo de la parra pero no tenía menú y pedimos una lata de atún de medio kilo y nos dice la señora: Ahí la tenéis, esperad que os traiga un poco de pan y cuando trajo el pan ya nos habíamos comido el atún. Después llegamos a casa de Melero, que todo se volvían camas de noche ¿te acuerdas? Como eran tantos hermanos…
SB.- Eran once hermanos, diez niños y una niña
P.- Una casa muy bonita con un patio en el centro; y nosotros con la espalda… A mí no se olvida aquello.
Otra cosa que no se me olvida a mí eran las latas que tú te tomabas de leche condensada que te acostabas y colgabas la lata boca abajo en la cama de una cuerda con un agujerito y caía la leche en tu boca… ¿te acuerda? También me acuerdo que me trajeron una vez una morcilla de Cádiz, jo, ¡con lo que a mí me gusta la morcilla! Y cuando pruebo aquello ¡no estaba mala! Acostumbrado a la morcilla de Jimena, aquello no había quien se lo comiera.
SB.- ¿Tú visitas el blog o no?
P. Todavía no. Tengo a ir a lo de mi hija porque el ordenador se averió y todavía no me he comprado uno. Pero ahora vamos a lo de mi hija casi todos los días..
A. Vamos allí mucho porque tenemos un nieto que es precioso, tenemos un nieto Down que es maravilloso, es el más bonito del mundo y si lo vieras lo inteligente…
SB.- Imagino entonces que iréis mucho por allí… Te apetece contarnos tu historia?
P.- Yo estuve cinco años, entré en el 55, curso 55-56 me parece. Tengo que mirar los libros que tengo todavía.
SB.- Quienes eran tus amigos allí?
P. Los más amigos míos, bueno yo estaba más contigo que éramos los dos de Jimena, pero además, Melero y Vinuesa.
SB.- Paco Melero Mora y Juan Vinuesa Márquez. ¿Y los que te acuerdas con menos agrado?
P.- No, con menos agrado, no, con nadie. Yo del que me acuerdo mucho era el profesor de filosofía, ¿te acuerdas? Ese con el pelo blanco y levantado… ¿cómo se llamaba?
SB.- Barreiro Barragán
P.- Ja, ja. Me acuerdo que entró un día en la clase un ratón y gritaba: matadlo, matadlo… y en una esquina le puse en pié encima y lo despachurré. Tampoco se me olvida aquel que dividía la clase en tres partes: a un lado los aprobados, después los notables y al final los sobresalientes. Yo creo que era de latín
SB.- El padre Macías?
P. Macías? Me suena, era bajo y rechonchete. Me acuerdo que cuando preguntaba y acertaba un aprobado, le ponía un cinco pero si contestaba un sobresaliente, le ponía un diez. Así nunca se podía pasar de un grupo a otro. Era muy difícil. Después me acuerdo del profesor de matemáticas ¡el tío sabía de matemáticas!
SB.- ¿A quien te refieres, a Troya?
P.- Ah! Troya, hombre, claro, Troya. El tío sabía de matemáticas… ¡jo!. Y Cejudo de música. ¿Te acuerdas que nos ponía la novena sinfonía y nos ponía todas la notas y las teníamos que cantar?
Me acuerdo del frontón. ¡Se nos ponía la mano! Y algunas pelotas que nos traían que no eran para la mano sino de raqueta.
Sí hombre tengo recuerdos muy buenos. Cuando íbamos a jugar a San Felipe Neri… que una vez me salí de la fila, iba yo mirando una niña y la compañía cogió para allá y yo seguí de frente. Y el Jueves Santo que cantábamos por la tarde en la catedral y estábamos locos porque llegara la noche porque ese día nos tenían preparado un chocolate. Y cuando íbamos al Parque Genovés y le tiraba chinos a las palmeras para coger los dátiles ¿no estaban altos ni na!
SB.- ¡No pasábamos hambre allí!
P. Yo no, porque mi madre me mandaba unos paquetes de manteca “El Pato” de Gibraltar y me la comía con pan.
A.- Él siempre dice que aquellos fueron los años que más a gusto vivió. Siempre hubo compañerismo… A lo que él le cogió trauma fue a las duchas por las mañanas temprano, con las losetas aquellas de mármol y con agua fría. Y cuando venían las epidemias de gripe, frotando el termómetro hasta los 37,5 ¿te acuerdas? Para que te mandaran a casa…
Y tampoco se me olvida los artilugios que yo tenía en el cajón de la mesita de noche de madera, pero como no tenía llave se habría, y yo le hice un artilugio con cuerdas y palos para que no se pudiera abrir. Porque yo tenía postales de artistas de cine, que las compraba en Cádiz al cada vez que veníamos del pueblo
SB.- ¿Y cómo era el artilugio?
P.- Tenías que tirar de una cuerda para abajo, de otra para arriba y con otra en el centro, habría.
No puedo olvidar que los zapatos negros que yo llevaba eran con los que mi padre se casó, que me quedaban hasta chicos y ¿sabes lo que hice para que me quedaran bien? Le corté el contrafuerte y por detrás lo corté y después lo cosí y le di más amplitud, de metí cáñamo de un lado a otro y le dejé un espacio sin cuero y así le gané un número o dos. ¡Y cosiendo calcetines! Yo recuerdo que al final los calcetines siempre me quedaban pequeños porque cada vez que los cosía se quedaban más chicos.

SB. Bueno Pedro y desde que te saliste ¿Por qué no cuentas tu historia?
P.- Salí con 16 años, estuve un año en Jimena y con diecisiete me vine a Algeciras. Yo salí porque no tenía la posibilidad de seguir estudiando, porque yo quería seguir, pero tú sabes que mis padres no… así que tenía que trabajar… entonces yo tenía una hermana aquí en Algeciras trabajando con un médico y le di el encargo que me buscara trabajo. Yo empecé a dar clases a niños y les cobraba cinco pesetas al mes y tenía venticinco o treinta niños. Entonces empecé a hacer un curso de contabilidad por correspondencia, que lo tengo todavía. Entonces, en el año 63, me llamaron para un trabajo en el almacén de San Carlos, en la Fuentenueva, que todavía está, y dio la casualidad que el examen que me pusieron era lo que yo me había estudiado. Total que empecé a trabajar allí de auxiliar administrativo, ganando mil doscientas pesetas. A mí me costaba comer en “Casa de mi Tía” setecientas cincuenta pesetas al mes. Doscientas pesetas me constaba dormir, -novecientas cincuenta-, después yo dejaba a la semana veinte-venticinco pesetas para ir al cine, para comprarme unas chucherías o algo. Y ahí empecé. A los seis meses me salio un trabajo mejor, en fabricación de camisas (camisas Karnani) en noviembre del 63 y allí empecé ganando dos mil pesetas, y el sueldo base estaba en 1.800. Ahí me tiré hasta el año 92. Allí me salió un socio para poner por nuestra cuenta la fábrica de camisas. Porque yo no tenía dinero para hacerlo solo, las maquinarias… después me salio mal porque el socio era más listo que yo y más hijo puta que yo también. Le pague los ocho millones de su parte y nos quedamos nosotros con la empresa. Pero ya empezó el cambio, las camisas se empezaron a hacer fuera de España más barato. Y hace tres o cuatro años viendo que la cosa ya no merecía la pena porque el tiempo que le dedicábamos y todo, mi mujer no paraba de trabajar, trabajábamos sábados y domingos… pues vendí mi casa, pagué las trampas, las que estaban avaladas por mis hijos, porque las que estaba avaladas por mí, pues esas todavía me escriben algunos bancos… y me construí esta casita en lo de mi suegra
A.- Donde yo nací, que es un patio de vecinos. A ver si un día vais por allí.
P. . Me he jubilado, me ha quedado una pensión pequeña pero ahora me he quedado de representante, las mismas camisas que fabricábamos nosotros, ahora las hace otro y yo las vendo y hoy hace 37 años que nos casamos.
A.- Esta mañana a las diez y media.
P.- Le he regalado una poesía; tú te acuerdas que allí, en el seminario, había dos grupos en la poesía: los románticos que defendían a Gustavo Adolfo Bécquer y los prácticos que defendía no recuerdo a quien. Yo pertenecía a los románticos.
SB. Y yo.
P.- Pues para hoy le he escrito una poesía.
SB.- ¿Creéis en Dios?
P.- No. Desde lo de mi nieto me di cuenta que todo es naturaleza pura.
A.- Antes creía, y daba catequesis y eso. Pero a partir de lo de mi nieto, ya no creo. Mira, tanto como yo le he pedido, era la mas creyente del mundo
P.- Yo era de la cofradía de Medinaceli, en San Isidro. Me di de baja directamente.
A.-Mi nieto nació por cesárea antes de tiempo. Y nadie se dio cuenta de que era Down, ni mi yerno que es médico, nadie. A los tres meses el pediatra empezó a notarle los ojitos almendrados y mandó un análisis, y yo le pedía a mi Dios en el que siempre he creído tanto, decía: Tú que lo puedes todo, ¿porque no haces que este análisis sea negativo? Salió positivo. Mira acababa de morir mi madre que estando mala, la arreglaba y la tenía de dejar sola porque tenía que trabajar, no por capricho sino porque era imprescindible. Para mí, Dios era el ser más bueno pero al final nunca ha estado para mi y creo que para nadie.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha parecido una entrevista con una persona, a la que no tengo el gusto de conocer, que se ha esforzado mucho en la vida, llena de trabajo, inquietudes.
El nieto debe ser una preciosidad que colma todo el amor que los abuelos tiene dentro y que le trasmiten a un niño tan especial.
Un abrazo, Andrés