Foto: Plaza Alta (Algeciras)
S A N B A R T O L O M E 6 3. G E N T E

martes, 25 de enero de 2011

A Una Mujer Ejemplar

Ella, la mujer, la que ha luchado tanto, por encontrar la verdad; esa verdad que tanto necesitamos y que tan esquiva es. Ella, la mujer de sensibilidad grande y profunda, de infinita sencillez, de cariñosas palabras, de corazón fatigado en experiencias, de amores inconclusos, de un alma extremadamente pura, que ha logrado arrebatarle al huracán la fuerza, el calor al sol y a la luna su tristeza. Esta mujer, la que ha pagado un alto precio por su bondad, por su generosidad, por su entrega. Ella; ella es una dama suficientemente fuerte como para llorar por lo que vale la pena; ella es una mujer que sabe qué significa abrazar, dar una caricia y que tiene un amplio diccionario de sentimientos nobles, de eternas sonrisas y de sueños transparentes. No la llames ganadora; no aún. Espera un poco, -atesora tus expresiones-, que ya la verás en pie, como siempre, como lo ha hecho otras tantas veces, y entonces podrás saludar a una mujer, de esas pocas líderes que no necesitan aplastar a otros para sentirse única y grande. En ella se vislumbra la humildad ya que ha sido su maestra, y ella ha sabido acentuarse, con noble obstinación, en los primeros bancos de la escuela de la vida, allí donde cada uno de nosotros deberíamos aprender que todos, absolutamente todos cometemos equivocaciones; y todos, absolutamente todos, merecemos oportunidades enormes en la vida. La tan temible soledad ha cubierto muchas veces su delicada alma; el frío punzante de la misma vida y la burla de los que al final se creen más astutos y que creen que son capaces de pulverizar el ánimo de esta integra dama. Esta mujer sabe todo eso. Sabe de las calles gélidas donde sólo llueven melancolías, y sabe de los mercados falaces donde la honestidad tiene muy poco precio. Ella sabe todo eso, pero no se ha quedado inmóvil. Ella es una aventurera con una reserva inagotable de esperanza. Su existencia tiene muchas lágrimas, pero no le faltan las oraciones que alimentan su espíritu, y el afecto de los buenos amigos que siempre están a su lado, y el calor bendito de lo que ella con su entrega y perseverancia construyo como familia. Sobre todo y lo más importante que no le puede faltar es: la mirada luminosa de sus niñas. Aquellas hijas, aquellas benditas hijas, es una fuente de alegría; es un beso del futuro, una promesa que se cumple en cada encuentro, una música siempre nueva en sus oídos, un perfume que puebla de amor el lugar donde ella esté. Aquellas benditas princesas podrían resucitar a esta entregada mujer, si hasta allá hubiera que llegar. Dardos de fuego han golpeado a esta bella dama que yo admiro. Otros serían tan solo un mal recuerdo. Esta gran mujer está hecha de algo muy especial. No es el acero escandaloso frió e insensible lo que lleva en su delicada alma; no es la pretensión de una de esas que creen saberlas todas. Por sus venas corre sangre humana, y eso, que debería ser la norma, es hoy la excepción, porque este mundo casi ha olvidado los ritmos de un corazón cuando palpita con intensidad. Saber palpitar es saber indignarse ante el aborto; saber palpitar es entender lo que se juega en los años decisivos de la juventud; saber palpitar es saber perdonar y saber perdonarse; es pedir excusas, si hay que hacerlo, sacudir el polvo, levantarse otra vez y mirar de frente al sol que nace. Disculpen todos lo que voy a decir: pocas personas realmente admiro. Una de ellas es a esta entregada Dama que es fuerza y pureza inagotable, que Dios me regaló como guía, como maestra y sobre todo como ejemplo y amiga. Ahora, te diré mi dama que cuando un abismo de incertidumbre y de dolor se abre tan cerca del alma, yo sólo sé una cosa: que el Bien que hay en ti, amiga, es más fuerte. Toma la mano de tus princesitas hermosas, eleva otra vez el corazón al Redentor, no dejes de alcanzar con tu voz a los que necesitan de un consejo tuyo, y de tu manera maravillosa de ser HUMANO que eres y que yo puedo decir que conozco. Ella es esa mujer: Esa mujer que yo admiro y que amo con todas mis fuerzas y todo mi ser: Su nombre es “E V A”
Eduardo Martínez de Pineda.