Foto: Plaza Alta (Algeciras)
S A N B A R T O L O M E 6 3. G E N T E

sábado, 10 de enero de 2009

Déjame que te cuente.....

Una mirada apagada
José Antonio Hernández Guerrero
Lola me ha confesado que lleva más de un año carcomida por la polilla de la duda: ignora –me dice- si el sentimiento que la empujó a abrirle las puertas de su casa y a invitarlo para que se instalara en ella fue de cariño, de egoísmo o, simplemente, de lástima. Durante estos diez años lo ha cuidado, alimentado, acariciado y besado. Cuando se encontró con él, tuvo la sensación de que su mirada, triste y apagada, le transmitía unos mensajes de gratitud anticipada. Es posible que su único mal -mucho mayor que el hambre o la sed- fuera la soledad. Ella estaba convencida de que la vida sólo tiene sentido cuando se orienta hacia alguien que nos comprende, que nos pregunta y a quien nosotros respondemos.
Ella siempre estuvo convencida de que vivir era comunicarse con alguien. La vida es un lenguaje que no sólo dice existo, vivo, como, bebo, hablo y trabajo, sino existo, vivo, hablo, como, bebo y trabajo para ti. Lola se preguntaba si era él quien necesitaba de un interlocutor vital, si era ella o si no eran ninguno de los dos. Lo cierto es que, durante estos años, él ha permanecido callado. Quizás -le digo a ella- él sea un solitario y, quizás, tú también. Y, como tú sabes, los solitarios también se comunican, pero con ellos mismos o con su otro yo. Llenan los silencios de pensamientos, de palabras y de gestos: recuerdan y sueñan; viven alimentados de recuerdos del pasado y de proyectos de futuro; sus mundos son los de las ideas y los de las emociones.
A veces -ella continúa-, él me volvía a observar cada vez que yo regresaba a casa del Instituto en el que doy clases de Matemáticas. Temí que su mirada, otra vez triste y apagada, intentara transmitirme su reproche por lo que él hubiera interpretado como mi alejamiento afectivo. ¿Es posible que fuera celoso? Dicen que los solitarios no lo son. Finalmente descubrí que, tras desordenar toda la casa, la abandonó para siempre porque, el muy pillo, con su fino olfato, había descubierto que, en el café de enfrente, yo había estado acariciando a otro perro, compañero suyo, más pequeño de estatura, pero de una raza más noble y más cotizada que la suya. Y es que son muchos los que están convencidos de que ciertos amores o son exclusivos o no son amores.
Todos sabemos que el amor es la sustancia que nos sostiene; por eso quien ama y se siente amado vive más y mejor. Esta afirmación no es un proverbio sino el resultado de una serie de investigaciones llevadas a cabo por Marc Cohen, un investigador autraliano que ha llegado a la conclusión de que el amor ayuda a vivir más tiempo, porque ralentiza el reloj biológico.
En nuestra opinión, el amor es esa sustancia "milagrosa" que hace que las actividades no sólo adquieran valor y sentido, sino también una energía vital, mágica y luminosa que podemos orientar racionalmente, guiados por principios ideológicos, aplicando criterios éticos y siguiendo pautas racionales.
El citado profesor ha explicado que existe una evidencia múltiple para afirmar que el amor es un factor primario de una vida larga y de alta calidad. Ha subrayado que el amor se demuestra con hechos generosos y se muestra con las palabras -el lenguaje del espíritu- y con las caricias –el lenguaje del cuerpo-, con esas formas primitivas y con ese instrumento eficaz que poseemos todos los seres animados para transmitir nuestros sentimientos auténticos de afecto, de ternura, de simpatía y de cariño. El amor está constituido por esas actividades que nos hacen sentir que el tiempo se ha parado. Hemos de reconocer, sin embargo, que además de distintos grados, existen diferentes tipos de amores y que algunos de ellos son exclusivos.

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