Foto: Plaza Alta (Algeciras)
S A N B A R T O L O M E 6 3. G E N T E

viernes, 4 de diciembre de 2009

JUAN VINUESA


José Antonio Hernández Guerrero

Tengo la impresión de que Juan, tanto en el proceso de su maduración humana como en el itinerario de su formación profesional, ha seguido un camino inverso al que suelen seguir muchos de sus colegas: en vez de acumular datos que lo alejaran de la realidad cotidiana, ha seleccionado minuciosamente las informaciones con el fin de acercarse a los problemas concretos que, en cada situación debía resolver; en vez de ascender hacia los cielos intangibles de la especulación, ha preferido pisar la tierra polvorienta por la que transitan, trabajan, pelean, pasean y se aman sus conciudadanos; en vez de encerrarse en los círculos de los teóricos de las salvaciones políticas, sociales o religiosas, eligió el contacto personal con sus gentes.
Dilucidar si Juan rompe los tópicos con los que caracterizamos a los profesores o si, por el contrario, los profundiza hasta descubrir sus más íntimos significados, constituye una tarea difícil de realizar si no prestamos permanente atención a sus actitudes y, sobre todo, si no analizamos detenidamente el sentido profundo de sus decisiones. Tengo la impresión de que su valentía a la hora de encarar los retos vitales que se le presentan en cada una de las encrucijadas del camino son exactamente las opuestas a las que siguen a los que sienten un irreprimible ansia de poder o un inconfesado deseo de ostentación. Cada uno de pasos en su caminar por el sendero de la vida –inevitablemente zigzagueante- es el resultado de un dilatado proceso de concienzuda reflexión, de insobornable autocrítica y de un continuado esfuerzo por interpretar -en el doble sentido de esta palabra- el papel que le corresponde en el mundo en el que las cambiantes circunstancias lo han situado.
Él es plenamente consciente de que sus cualidades no son meros adornos decorativos y reconoce que sus dotes intelectuales, su facilidad para relacionarse socialmente y sus valores éticos cumplen sus respectivas funciones sólo en la medida en que proporcionan a sus conciudadanos un bienestar real y concreto. Está convencido de que la única manera de crecer humanamente es invirtiendo su capital de tiempo, de ideas, de sensaciones y de sentimientos en las personas a las que trata, respeta y ama.
No es extraño, por lo tanto, que -hombre realista, sensato y equilibrado- aproveche todas las oportunidades para repetir, una y otra vez, que en el seno de la familia, en el ejercicio de la profesión, en el juego y en las diversiones, contraemos la grave responsabilidad de hacer que los otros –todos los que buscamos esa ración de alegría y esa cuota de felicidad- nos sintamos más alegres y más felices.

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