Foto: Plaza Alta (Algeciras)
S A N B A R T O L O M E 6 3. G E N T E

martes, 10 de noviembre de 2009

Luis Vallecillo


José Antonio Hernández Guerrero


Luis -inquieto, imaginativo y realista- es una de esas personas que hablan y actúan con plena libertad. A medida en que cumple años, va aflojando esos lazos convencionales –y a veces arbitrarios- que, en otras edades, le imponían las normas sociales o las modas dictadas por la publicidad. Ahora, cuando acaba de jubilarse, se permite el lujo de pensar, de imaginar, de sentir, de hacer y de decir todo aquello que, sin causar daño a nadie, le pide el cuerpo. Y es que, efectivamente, como él explica con desparpajo, sólo aprendemos a vivir cuando ya hemos vivido: cuando hemos trabajado, cuando nos hemos equivocado, cuando hemos disfrutado y, sobre todo, cuando hemos sufrido. Es ahora cuando él, con la colaboración de su mujer, Lola, de sus hijos y de sus nietos, puede cosechar los resultados de sus múltiples experiencias.

A mí me llama la atención su manera -sencilla, clara y amena- de explicar las cuestiones más complejas de la vida cotidiana, y su forma tajante de rechazar los análisis enrevesados, enigmáticos y pedantes. Me he fijado en el realismo con el que defiende que la mayoría de nuestras ideas tiene su origen y su fundamento en esas convicciones que arraigan en la experiencias personales de nuestra niñez o las en semillas sembradas por personas que nos merecen una profunda credibilidad. Es posible que aquí resida su convencimiento de que la bondad es la senda más segura y más humana para lograr la felicidad personal, el surco más fértil en el que hemos de sembrar las semillas de nuestro bienestar familiar.

Por eso hace ya muchos años, antes de que fuera un profesional de la Psicología, explicaba cómo seguir la ruta que traza el amor es la forma más efectiva para curar la mayoría de los complejos de inferioridad de aquellas personas que, por no sentirse dignas de ser amadas, adoptan unas actitudes de “autoaborrecimiento”. Estoy de acuerdo con él en que muchos trastornos psicológicos tendrían solución, posiblemente, si los pacientes se decidieran valientemente a experimentar y a expresar amor por alguien. Ésa es, a mi juicio, el procedimiento más eficaz para sentirnos amados y la fórmula más directa para amarnos a nosotros mismos.

Es posible que ahí resida la clave de su permanente buen humor y de la actitud positiva que adopta, incluso, ante las adversidades. Luiyi es, efectivamente, una de esas personas que, con sus actitudes, nos estimulan para que miremos hacia delante, para que divisemos el horizonte abierto y para que orientemos la marcha hacia arriba. No es extraño, por lo tanto, que, ante los obstáculos y las dificultades constituyan para él unos estimulantes alicientes para su infatigable actividad creadora.

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